sábado, 23 de abril de 2011





Autechre
Oversteps

En el momento de ser editado Oversteps, he de confesar que había perdido toda esperanza de recuperar a los genios de Manchester. Sus últimos discos, anclados en lo profundo de vete a saber cual o cuales algoritmos matemáticos en busca del ritmo resquebradizo imposible, eran una escalada sin fin a una montaña que ya muchos desistimos de escalar. Por eso, al aparecer Oversteps, no tuve ningún tipo de cosquilleo ni sensación epidérmica al conocer la noticia y el gran montante mediático-marketing- al que últimamente Warp nos tiene acostumbrados. No, por supuesto, hasta que empezó a sonar en mi habitación. Y sí, pensé: lo han vuelto a hacer. Vuelven a sonar melodiosos. Dulces, deconstructivos. Como el más grande de los maestros culinarios que después de varios platos amargos tira de todos y cada uno de sus ingredientes para sacar el mejor plato que podía cocinar. Esto es Oversteps.

Ya en el primer corte, r ess (como siempre, únicos los nombres de las canciones), podemos degustar aquellos sintetizadores monumentales, enormes, lejanos. Aquellas notas que suenan a imposible, escalas surrealistas, Dalinianas. Como la avanzadilla de un gran ejército que prepara el terreno para lo que sigue. Tras un breve silencio, Ilanders aparece como de golpe, alzándose inesperado, vigoroso, alertando que la cosa es seria y cielos la compresión aquí es de las mejores que he podido escuchar. Seca, impecable, dejando hueco a una línea de sintetizadores imposible de olvidar. Y esto es sólo el principio.

Cargado de pasajes puramente instrumentales (pero por favor, entiendan que significa para Autechre instrumental), como por ejemplo see on see o la pieza Bachiana KrYlion dónde demuestran que están a la altura de cualquier gran compositor clásico, y machacando ideas de forma obsesiva en cada uno de los tracks que conforman el todo, Oversteps es un disco completo de principio a fin, enorme, redondo, extasiante, y con un tema final coronando meta y cima de la montaña más alta que por fin han entendido podían y sobretodo DEBÍAN escalar.

De una producción exquisita para los más audiófilos, almanaque culiniario de la IDM más purista, dónde cada sónido suena dónde tiene que sonar, sin pisar a nadie, sin saturar, sin distorsionar, y cargado de una dinámica que quita el hipo y un movimiento colosal; es posible sentir como los sónidos mutan, se transforman, y se mueven de un extremo a otro del espectro sonoro más grande que cualquier habitación o estudio pueda albergar.

Celebremos que las máquinas hayan aprendido a llorar de nuevo.

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