No podíamos empezar de otra forma. Para mi, este es uno de los discos de referencia de este ya pasado 2010. Un disco que invita a la reflexión, al aislacionismo, a la mirada interior. Pero no se asusten, no es un disco hermético e impermeable. El diseño sonoro es amable, orgánico, y tremendamente cálido.
Marcus Fischer teje un discurso meditado, sencillo a la par que complejo. Directo en el mensaje, con un lenguaje que nos resulta tremendamente familiar pero que muy pocos han sabido interpretar de esta forma, sin grandes pretensiones u ostentaciones innecesarias. Tras un colchón ruidístico que juega el papel de luces de ambiente, cálidas melodías (concretas, si) pero deliciosas en la forma acarician al oyente para sumirle en una profunda reflexión inconsciente.
Producción de altísima calidad, muy recomendable para estas oscuras y frías noches de invierno. Atrévanse a dar el viaje con él por alguna población veraniega de segunda residencia semi-desierta en plena noche, y luego no nos digan que al empezar a sonar la música antiguos fantasmas bombardearon su espíritu. Será porque ya lo hemos vivido antes....que viva el ambient cinemático a bordo de un coche.
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